viernes, 29 de enero de 2021

ENTREGA SEGUNDA (pretendiéndose autobiografía)

     Este es un guiño que el personaje hace a un autor que ya quisiera para sí mismo, y que las musas debieron traerlo hasta mis aposentos a merced del destino, pero se ha de conformar con lo que tiene, que si es listo y quiere seguir en esto de las redes, deberá de buena manera aceptarlo.

Nótese a continuación, que ha dispuesto del único párrafo aprovechable del borrador de marras de la anterior entrega para recrearse en su propia presentación, y que me he limitado a intervenir a modo de escudero (supongo que no será necesario destacar el párrafo del que mención se hace, pues su profundidad destaca sobremanera del resto).


I

n uno de esos lugares como tantos otros abundan, no ha mucho tiempo que insistía un corsario pretendiente de los de mirada en lanza, pensativas sus andaduras, viril semblante desde el escarpe hasta la velada, y como a quien se asemeja, también se perdía entre los delirios de sus lecturas.

No pareces un cervantino describiendo a su personaje, más bien a su aspirante en el decoro de sí mismo. —Sonó una voz, que casualmente rondaba en la cabeza del narrador.

¡¿Quien osa interrumpir desde mis adentros la contienda que pretendo?!

No se me altere señor mío, que la vanidad nos ronda y no me tiene en gracia.

Pues que piensen quienes lo lean, que no hago mal ni más ni peor que no hagan mis ajenos, nadie desviste sus armaduras ante la conquista ni usa sus debilidades en andar caminos nuevos.

Si tan leído se tiene, debiera saber que se ganan batallas sin lucha, y que tan pronto se conquista armado y protegido de armaduras, como se pierde lo ganado por la verdad cuando se desnuda.

 ¡Ay! Dejó discurrir un suspiro largo y atenuado, como quien se cree erudito en tierra de gañanes. Tanto ignora la humildad en su inocencia, como la vanidad por arrogancia; el hombre es demasiado pudoroso y solo puede mirarla de reojo, al mínimo intento de observarla como Dios la trajo al mundo, se avergüenza de sí mismo, es una belleza cruel que hay que vestir con ropa cómoda de estar por casa, abrigarla de la intemperie cuando salga,  y maquillarla cuando vaya de parranda. Así pues, no creo haber exagerado mis vestiduras en lo dicho.

Mi señor, no le elude la razón en vista de lo dicho, pero mi impronta no se debe a lo decido, más bien a lo que falta por decir y no se acrecente en ello, que de molinos que se venden como gigantes campan anchos por estos lindajes, y de estas historias bien sabe vos su devenir.

©CapitanAmaro


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